Frenesí.
Esta mujer hace vibrar su lengua
con ligero chapoteo de sus nalgas;
Sus caderas sacuden el aire,
y sus cóncavos senos chocan con estridencia
lanzando bramidos al silencio;
y apretando sus piernas, todo lo aproximó
escalando hacia al monte que verdea.
Fuera de sí, jadea hasta exhalar el alma por la boca,
vagando como lechuza por los bosques al ritmo del tambor.
Bramando como una becerra bravía que huye del demonio,
con ligero chapoteo de sus nalgas;
Sus caderas sacuden el aire,
y sus cóncavos senos chocan con estridencia
lanzando bramidos al silencio;
y apretando sus piernas, todo lo aproximó
escalando hacia al monte que verdea.
Fuera de sí, jadea hasta exhalar el alma por la boca,
vagando como lechuza por los bosques al ritmo del tambor.
Bramando como una becerra bravía que huye del demonio,
mientras sigue acrobática en sus jadeos
tragando todo el aire de la habitación.
Cuando alcanzó el orgasmo,
exhausta tras la marcha, olvido comer
para dormir.
Los ojos indolentes, cual prepucios,
se cierran con blanda laxitud, y la furia
rabiosa se torna en relajada calma.
Luego, cuando el dorado rostro del Sol aparece
con sus ojos jadeantes de más,
con blancura del éter, la roca endurece,
haciendo al mar ingobernable.
Olvida las sombras de la noche excitada
por sus briosos corceles de casco erguido.
El Sueño escapa ya desvelada, para ser cogida
una vez más.
Una vez concluido aquel frenesí,
tras la calma del sueño en su memoria
y con la mente clara,
ve que nada era igual,
comprendió en donde estaba,
que le faltaba el miembro una vez más.
Con el alma incendiada
regreso hasta el mar.
Y allí, ante la amplitud
de las aguas, llorando,
dirigió tristemente sus dedos,
mientras el dormía como fiel guerrero
de una batalla más.
Gustab; De los trece poemas de Catulo.-
tragando todo el aire de la habitación.
Cuando alcanzó el orgasmo,
exhausta tras la marcha, olvido comer
para dormir.
Los ojos indolentes, cual prepucios,
se cierran con blanda laxitud, y la furia
rabiosa se torna en relajada calma.
Luego, cuando el dorado rostro del Sol aparece
con sus ojos jadeantes de más,
con blancura del éter, la roca endurece,
haciendo al mar ingobernable.
Olvida las sombras de la noche excitada
por sus briosos corceles de casco erguido.
El Sueño escapa ya desvelada, para ser cogida
una vez más.
Una vez concluido aquel frenesí,
tras la calma del sueño en su memoria
y con la mente clara,
ve que nada era igual,
comprendió en donde estaba,
que le faltaba el miembro una vez más.
Con el alma incendiada
regreso hasta el mar.
Y allí, ante la amplitud
de las aguas, llorando,
dirigió tristemente sus dedos,
mientras el dormía como fiel guerrero
de una batalla más.
Gustab; De los trece poemas de Catulo.-
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